Para hoy, hemos elegido recorrernos todo el distrito financiero y la zona de Brooklyn, vamos el downtown, la parte baja de la isla. La idea es que os colguemos los mapas con la ruta que hemos hecho pero por ahora al igual que el departamento de selección de fotos va más lento, el departamento de cartografía ni está creado. Todo se andará.
Como información básica os contamos que hemos adquirido una tarjeta NewYorkPass por 130$ (desde España porque tenía descuento al comprarla por internet), que te permite entrar en más de 40 lugares de toda la ciudad sin pagar más (primera mentira porque anoche pagamos 15$ por barba por subir al piso 102 del Empire ya que solo estaba incluido hasta el 86 que es el observatorio), bueno, de todos modos se amortiza, porque entrar en los monumentos de NY es caro. Se puede elegir ésta que os contamos o la Citypass, más barata pero solo para 6 atracciones (las clásicas).
También nos hemos comprado una Metro Card por 25$, válida para una semana y uso ilimitado en metro y autobuses, creo que bastante útil también.
Dicho lo dicho, pertrechados de cámaras, guías y mochilas nos echamos a la calle, lo primero, buscar sitio para desayunar. Hemos dado con el típico sitio que te venden de todo para comer en plan, lo pides, te lo ponen y te lo llevas, para no perder ritmo (hoy lo hemos hecho así), esta como a 500m de casa. Este es nuestro punto de salida a eso de las 9 de la mañana, el desayuno consiste en café, sándwich de huevo, beicon y queso, napolitana de chocolate o croissant y medio litro de zumo.
De ahí, marchamos por la 33st y cogemos el metro que está a 100m del sitio del desayuno. El metro es como en las pelis, andenes estrechos, un toque decadente que parece que a nadie importa mientras cumpla la función encomendada de llevarte de un sitio otro lo más rápido posible y una autentica sauna, ahora sí, alucinas como tienen puesto el aire acondicionado en el vagón, en el vagón y en general en todos los sitios (hago un inciso con esto del aire para decir que esta ciudad se descojona en la cara de Kioto y lo que representa, es increíble el gasto energético que debe tener y el despilfarro que hace concretamente con el tema de los aires acondicionados, sinceramente creo que vienen todos programados por defecto a 5 grados y a tope de velocidad. No entro en el rollo de las emisiones, ya os pondremos fotos de las tanquetas que circulan por aquí).
Decidimos empezar el recorrido en el City Hall (Ayuntamiento), enclavado en un parquecito a los pies del puente de Brooklyn y adyacente a la omnipresente Broadway. Posiblemente el único edificio relevante junto con el Federal Hall y la Bolsa que en esta parte de la ciudad tienen menos de 20 pisos. En este mismo parque, se encuentra el que hasta el momento es el rascacielos más bonito que he visto.
Continuamos por Broadway hasta el cruce con Wall Street, aquí la ciudad impone, se ve su ritmo, el ritmo de los negocios y todo, a la sombra de inmensos edificios a los que acabas por acostumbrarte, pero que ponen difícil al sol poder hacer su trabajo.
Cuando llegamos a la calle Wall Street nos encontramos con la Trinity Church, una iglesia de estilo gótico empequeñecida por lo que la rodea pero que le da un toque de humanidad y calor a tanta manzana de acero y cristal. Preciosa por cierto. Avanzamos por Wall Street y llegamos al corazón económico de medio mundo, allí se encuentra otro pequeño edificio a modo de templo griego con una enorme bandera de los Estados Unidos en el frontal. He de comentar que se ve muchísima policía por toda esta zona, de hecho hay un control de policía permanente revisando los camiones y furgonetas que acceden a esta parte de la ciudad por Broadway.
Volvemos sobre nuestros pies y avanzamos por Broadway entrando en las calles adyacentes y regresando siempre a Broadway hasta su final en Battery Park.
Antes de llegar a Battery Park, hemos entrado un buen rato en los almacenes Century 21, precios bajísimos, siempre que encuentres lo que buscas, que es una lotería, merecerá la pena. En cuanto a la tienda, decir que es como un mercadillo gigante, en donde parece que están permanentemente de saldo.
Camino del extremo sur de Manhattan, nos encontramos con el famoso toro de bronce y con un grupo de 20 chinos, japoneses o coreanos que no se si forman parte del monumento o no, porque estuve 10 minutos allí clavado para conseguir una foto solo del toro y tuve que dejarlo por aburrimiento.
Desde el toro de bronce, ya se divisaba Battery Park, el extremo sur de Manhattan, un parque agradable con una fortaleza en donde eran recibidos los inmigrantes después de pasar por el centro de inmigración de Ellis Island. Desde aquí, nos dirigimos al muelle desde donde salen los ferris de Staten Island, es gratuito, salen cada 30 minutos y permiten unas vistas privilegiadas de la estatua de la libertad, que todo sea dicho es más chaparrita de lo que me imaginaba, un ejemplo más de lo que es que te metan una imagen y un símbolo en la cabeza y lo hagan crecer.
De regreso paramos a comer en una cadena de alimentación, como se llamaba…ah sí, Mc Donald´s, dos días más y nos dan carnet de socio VIP. Desde allí visitamos la zona cero, no sé cómo definir la sensación que nos produjo, pero es un sitio que a pesar del frenesí de grúas, tráfico y ruido, invita al silencio, a concederle al menos un minuto de reflexión y a ver por la inmensidad del daño causado, de lo que es capaz el ser humano. Por lo demás, un agujero enorme en el que ya han comenzado las obras para levantar un nuevo rascacielos.
A estas alturas del día, las piernas empiezan a cargarse, nos permitimos un descanso a la orilla del rio Hudson y desde allí cogimos el metro para hacer una pequeña incursión al Soho, ya os contaré mañana. Como el sol iba cayendo, decidimos marcharnos a Brooklyn para ver la puesta de sol desde allí, desde donde existen unas magnificas vistas de Manhattan, posiblemente las mejores. Es impresionante lo largo que es el puente de Brooklyn, vamos que casi se nos hace de noche y de día otra vez antes de llegar a la otra orilla, pero merece la pena, es imprescindible diría yo, cruzar y estarse un buen rato grabando sin prisa en el recuerdo la estampa que conforme pasan los minutos cambia de color hasta que solo las luces de la ciudad trazan el impresionante perfil de Manhattan.
Pasado este momento de romanticismo arquitectónico, debo reconocer que no podemos ni con las suelas de los zapatos, hemos andado más de 10 kilómetros y aunque el restaurante al que vamos a ir a cenar está frente por frente a la otra orilla del rio, no hay valor ni ganas para enfrentarse al puente de nuevo, por eso cogemos un taxi que nos cruza a los cinco al otro lado y que nos redondea la cuenta de 9$ a 15$ por el favorcito de llevar a uno de más en el taxi.
El día de hoy termina comiendo decentemente en un restaurante cubano, recomendado acertadamente por Carlos, y con unas vistas impresionantes.
Sed buenos.
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